El verde se tiñe de negro: adiós a Cristina Yuste
Los periodistas tenemos noticias que jamás querríamos dar. Y existen noticias que, como seres humanos, nunca desearíamos oír. Tenemos una que cumple ambos requisitos: ha muerto Cristina Yuste.
Desde ahora, el mundo se divide en dos tipos de infortunados. Estamos los que arrastraremos la pena de haber perdido a Cristina. Y están los infortunados que nunca la conocieron. Los interesados en su currículo y trayectoria harán bien en acudir a la muy oportuna nota publicada por Efe. Los que deseen, además, saber lo que se han perdido, sigan leyendo estas letras; con suerte y si están inspiradas, podrán vislumbrar apenas una milésima parte de lo que Cristina ha supuesto para quienes la tratamos.
Los autores de Hermano asno trabajamos junto a Cristina casi veinticinco años en esa misma agencia de noticias que hoy informa de su muerte. En una empresa en la que hay tantos y tan variopintos empleados, tienes que ser especial para destacar en algo. Y ella lo hacía en todo. Brilló en la televisión de calle, esa en que los reporteros saben poco de la fama y mucho de esperas eternas, desplantes de ensoberbecidos, codazos por colar el micro y prisas por llegar a tiempo.
Pero donde deslumbró, donde floreció gloriosa, fue cuando tomó la bendita decisión de consagrarse a la información medioambiental. Su aventura en EfeVerde, donde estuvo como pionera desde el nacimiento de esa sección, ha dejado tanta huella que por la senda trazada con su tesón y pasión circularán muchos años todos cuantos la sucedan. Habrá quien pueda igualar su altura profesional; nadie podrá superarla.
Tuvimos la inmensa suerte de que Cristina cubriera la publicación de Hermano asno. El inolvidable momento fue a comienzos de mayo de 2017. El fotógrafo Mondelo y el currinche Eliseo regresábamos por primera vez en cinco años a la sede de Efe en Madrid. La sensación era extraña, porque el tiempo había pasado. Ni siquiera el edificio al que volvíamos era el mismo del que salimos. Nos fuimos de Efe en la calle de Espronceda tras años haciendo entrevistas y regresamos a ella a que nos entrevistaran en la avenida de Burgos. Y allí estábamos nosotros, bastante desubicados, hasta que llegó Cristina, nos sonrió de ese modo en que lo hacía, y de golpe nos sentimos en nuestra casa de nuevo.
Porque, además de intachable en toda su labor profesional -valga de muestra la pieza que escribió tras entrevistarnos-, Cristina fue impecable compañera. Era siempre quien hacía el saludo más cálido, la que reía en modo más sincero, la voz que querías oír cuando alguien descolgaba el teléfono, la persona que habrías querido a tu lado mientras llegaba el rescate, si se pudiera elegir antes de quedar atrapado en un ascensor.
Fueron memorables los equipos que formó con otros dos pilares de Efe, el fotógrafo Juanjo Guillén y el camarógrafo Tato. Juntos viajaron a la cordobesa Rute para visitar la primera reserva de asnos de España, la de la Asociación de Defensa del Borrico (ADEBO), en la que hicieron este hermoso reportaje y donde se tomó la foto que ilustra esta breve reseña sobre alguien que merece tanto recuerdo que es imposible hacerle justicia.
Así que, aquí lo dejamos, Cristina. Ya nos damos por vencidos. Lo hemos intentado, en serio; pero haría falta una nota de varios millones de líneas para acercarse siquiera a reflejar tu valía. Y sabemos, como tú, que todo hay que intentar decirlo en menos que quinientas palabras.
De agencieros a agenciera, de burreros a burrera: Cristina, te añoraremos. Lo estamos haciendo ya. Hasta siempre, compañera.
