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¿A quién interesa un libro de borricos?

Lo hemos pensado a fondo largo tiempo y no tenemos ni idea de cuál es la respuesta a esta pregunta. Una ignorancia que cuenta con notables precedentes. Tampoco imaginábamos, cuando nos metimos en este tinglado en diciembre de 2012, que acabaríamos dando tres años de vida a un libro sobre los asnos. Y haciéndolo porque sí;  porque nos apasionaba.

Caímos como hechizados al ver desconchados relieves en museos  y desvaídas fotos en las hemerotecas. Algo ocurrió, contemplando aquellos grupos de gentes y jumentos. Fue entonces cuando percibimos total identificación con aquellos dolientes seres cuyas grandes pupilas congeladas en óleo y sales de plata nos miraban desde antes de que naciéramos.

Eran salvajes y libres, hasta que la civilización domesticó sus instintos. Fueron su esfuerzo y sus penas las que alzaron los imperios, los templos y las ciudades. De no ser por su trabajo callado y casi invisible, la agricultura, el comercio, la pesca y la ganadería nunca habrían existido.

Su figura inspiró cuentos, fábulas y leyendas, dio aliento a los primeros dioses y sombra a demonios sin nombre. Artistas y literatos, filósofos y compositores los tomaron por modelo de cómo la abnegación y el sencillo rusticismo bastan para alzar el alma aunque se viva en el barro.

También, todo hay que decirlo, su carencia de finura y su tendencia al exceso en comer y en lo carnal hicieron que se convirtieran en todo un hazmerreír, ejemplo de atolondramiento, estupidez y lujuria. Unas bestias despreciadas, nombradas para insultar. Esclavos sin voz ni voto, a los que se dirige a palos, se somete por el hambre y, si se ponen rebeldes, se les castra y se acabó. Seres que, cuando se enferman o van entrando en vejez, se les arrumba y se espera que mueran sin molestar. Animales sin derechos, memoria ni posteridad, de cuyo paso se olvidan cronistas y monumentos.

Pero ellos trazaron la Tierra y siguen haciendo Historia. Cruzando tierras sin mapa y mares sin cartografiar en busca de nuevos mundos donde, quién sabe, quizás no existan oprobios, el hambre ni el palo de un amo.

A ellos les debemos todo, por construirnos un mundo. Nosotros estamos aquí porque ellos estuvieron antes.

Para ellos va Hermano asno.

Alumnos introduciendo un burro en la Universidad de Santiago de Compostela durante una protesta estudiantil en los años 80. (foto: Mondelo)
Alumnos introduciendo un burro en la Universidad de Santiago de Compostela durante una protesta estudiantil en los años 80. (foto: Mondelo)
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2 comentarios en «¿A quién interesa un libro de borricos?»

  • Yo creo que a estos animales dóciles como poco, hay que conocerlos para comprenderlos y quererlos pero eso ya sabemos que no es facil en estos tiempos, por eso la mejpr opción que tenemos es leer el libro y nos sorprenderá, su mansedumbre su fortaleza y su caracter, son además símpaticos y se adaptan a cualquier circunstancia.
    Por eso después de leerlo, cuando nos crucemos con alguno, no nos pasará desapercibido, seguro. ¡mirar sus ojos inmensos, os despertarán ternura!

    Respuesta
    • Hermosas palabras, Mayka, que dicen mucho de tu sensibilidad. Sois lectores como tú los que hacéis que parezca liviano el inmenso esfuerzo de sacar adelante este libro y que cada minuto de trabajo durante estos cuatro años valiera la pena. Sin ti y otros muchos como tú, nada de esto tendría sentido. De corazón, muchas gracias.

      Respuesta

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